El castillo interior y el castillo de Barba Azul

Barba Azul. Litografía de Gustavo Doré.
Barba Azul. Litografía de Gustavo Doré.

Vilma Seelaus¹, OCD, en un artículo, publicado en Carmel and Contemplation: Transforming Human Consciousness², estableció una interesante correlación entre el castillo interior teresiano y el castillo del cuento Barba Azul, de Perrault.

Quizá este relato no es demasiado conocido en nuestra tradición, por ello, vamos a comenzar recordando en síntesis su contenido³:

El cuento

«Había una vez un hombre muy rico, con inmensas posesiones. Desgraciadamente, este hombre tenía la barba azul, lo que le daba un aspecto tan feo y terrible que todas las mujeres y las jóvenes le huían.

Una dama distinguida, tenía dos hijas muy hermosas. Él le pidió la mano de una de ellas, la que quisiera darle. Ninguna quería, porque, además de tener la barba azul, se sabía que había estado casado varias veces y nadie sabía qué había sucedido con sus esposas.

Barba Azul, para conocerlas, las llevó con su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas, a una de sus casas de campo, donde permanecieron ocho días completos dedicados a festejos y diversión. Al final, la más joven empezó a mirar al dueño de la casa con menos miedo, y ya no le parecía que su barba era tan azul. Finalmente, se concertó la boda.

Al cabo de un tiempo, Barba Azul le dijo a su mujer que tenía que marcharse de viaje y que para no quedarse sola, podía hacer venir a su hermana y a sus amigas y hacer lo que quisiera en ese tiempo. Le dio todas las llaves de los armarios y de las habitaciones de la casa. Junto a ellas, le entregó una pequeña llave que abría la puerta de un cuarto, el único al que no le permitía entrar, y la amenazó que si entraba, podría esperar cualquier cosa de su cólera.

Ella prometió cumplir su voluntad. Durante su ausencia, la hermana y las amigas invitadas se presentaron en la casa y, deseosas de recorrerla y conocer sus tesoros, fueron paseándose de arriba abajo, y admirando la cantidad de objetos de valor que contenía. La joven esposa, en cambio, no se divertía, sino que se moría de curiosidad por abrir la puerta del cuarto prohibido. Finalmente, venciendo su propia vacilación, pues recordaba cuánto le había insistido su esposo en no entrar, introdujo la llave y temblando, abrió la puerta.

El espectáculo que se ofreció ante sus ojos era dantesco: allí entre charcos de sangre, estaban colgados los cadáveres de las anteriores esposas de Barba Azul, degolladas por él una tras otra. Muerta de miedo, se le cayó la llave al suelo, la recogió, manchada de sangre. Aunque la intentó limpiar varias veces, la sangre reaparecía. Finalmente, barba Azul regresó y al día siguiente, le pidió las llaves. Ella se las entregó, pero no se atrevió a darle la del cuarto prohibido, pues seguía manchada de sangre. Ante su insistencia, le entregó la llave manchada de sangre. Él, en seguida supo lo que había sucedido y la amenazó con matarla inmediatamente. Ella le suplicó perdón, pero solo pudo conseguir de él un breve tiempo para encomendar su alma a Dios. Cuando su marido estaba a punto de degollarla, irrumpieron en la casa los hermanos de la mujer, que persiguieron a Barba Azul y le dieron muerte. La mujer quedó como heredera de todas las riquezas de Barba Azul».

Una interpretación junguiana

Este cuento ha sido objeto de una aguda interpretación junguiana por parte de la piscoanalista norteamericana Clarisa Pinkola Estés, en su libro Mujeres que corren con los lobos. Para ella, Barba Azul representa esa parte de nosotros mismos que ansía la superioridad y el poder sobre los demás, a cualquier precio. Un afán que, ya en el Génesis, vemos representado en las palabras del tentador: «seréis como Dios». Representa esa maléfica fuerza interior que actúa en oposición a lo que hay de más verdadero en nosotros mismos.

Vilma Seelaus, apoyándose en la interpretación de Clarisa Pinkola, sostiene que lo primero que habría que hacer sería reconocer ese Barba Azul que vive en nosotros para protegernos de su fuerza devastadora, de su tendencia asesina. La esposa de Barba Azul, que se ciega por su elegancia, la hermana mayor, que resiste el encanto de Barba Azul pero busca diversión abriendo las puertas del castillo, los hermanos que acuden al rescate…Todos representan distintos aspecto del dinamismo interior del ser humano. La historia dramática de Barba Azul personifica las energías del alma, en la que conviven distintas tendencias: hacia las realidades divinas, hacia una serie de satisfacciones que no sacian. El ansia de lo paradisíaco combinada con la ingenuidad no permite a la persona alcanzar la satisfacción sino que la convierte en alimento del depredador. Barba Azul nos intentará también impedir el uso de la llave que da acceso a los secretos más hondos y oscuros de la psique: el autoconocimiento. Invitando a su esposa a hacer todo lo que quiera en su ausencia, le ofrece una engañosa sensación de libertad. Pero no es libre en absoluto, ya que no tiene acceso a reconocer a ese depredador. Y acepta ingenuamente el pacto de “no saber”, de no usar la llave del cuarto prohibido. Barba Azul prohíbe a su esposa utilizar la única llave que la puede llevar a ser consciente de sí misma, o lo que es lo mismo, la despoja de su intuición, de su curiosidad innata, que le permitiría descubrir lo que está por debajo de lo evidente. Y eso deja a la mujer desarmada. Si obedece a Barba Azul y no utiliza la llave, opta por su muerte espiritual. Si decide abrir la puerta de la siniestra habitación secreta, opta por la vida. Para desarrollar la conciencia hay que buscar lo que se oculta detrás de lo directamente observable, hacerse preguntas.

El castillo interior

Si el Castillo de Barba Azul representa las energías destructoras de lo humano, en el Catillo interior de Teresa, el Rey que habita en su centro,  invita a todos a ir hacia él, no buscando engañar, sino llenar de vida plena. En palabras sanjuanistas, “igualar consigo”. La oración es la puerta que permite el acceso a su estancia secreta. Si Barba Azul es un cruel destructor posesivo, Dios se hace nuestro servidor. Quiere unirse a la persona a través del matrimonio espiritual, que la iguala consigo. Si en el interior del castillo de Barba Azul, en la habitación secreta, había sangre y cadáveres, en la cámara secreta de la séptima estancia, el Rey abre para su esposa su tesoro más preciado, Él mismo, entregado por amor.

Ambos castillos poseen una habitación para el autoconocimiento. Barba Azul prohíbe la entrada a él. En cambio, en el castillo de Teresa, hay que pasar por la morada del propio conocimiento para llegar al centro.

Al llegar a las sextas moradas, Barba Azul deja de ser un enemigo, porque la persona ya ha adquirido la humildad suficiente para reconocer su propia miseria, y nace un tierno amor por los perseguidores. Cuando se es capaz de reconocer que, dentro de cada uno, existe un sótano lleno de huesos, Dios desmantela al depredador.

Finalmente, Teresa descubre que esa dimensión negativa, esa sombra que todos llevamos dentro, es también asumida por el mismo Dios.

«Hagamos ahora cuenta que es Dios como una morada o palacio muy grande y hermoso y que este palacio, como digo, es el mismo Dios. ¿Por ventura puede el pecador, para hacer sus maldades, apartarse de este palacio? No, por cierto; sino que dentro en el mismo palacio, que es el mismo Dios, pasan las abominaciones y deshonestidades y maldades que hacemos los pecadores» (6M 10, 3).

Así, Teresa ve todas las cosas en Dios, incluso las propias energías destructoras (el propio Barba Azul). El castillo de Barba Azul y el castillo de Teresa son una única realidad, comparten una misma dinámica: la historia humana. Los huesos muertos de nuestro pecado son llamados a cubrirse de la carne que les injerta la vida nueva de Cristo.

Animamos a la lectura del trabajo de Vilma Sealaus, que además, incluye un último apartado en que recoge estas ideas, uniéndolas a la Historia del Universo. En un mundo devastado por el ansia de poder y la violencia, que sigue llevando a la miseria a millones de seres humanos, se hace cada vez más palpable la necesidad de una visión contemplativa de la realidad. La experiencia de un encuentro vivo en el centro del Castillo,  con ese Dios que abraza en sí toda la realidad, incluso el afán destructor del ser humano, puede devolver la cordura y la paz a la humanidad y constituirse en una esperanza para el mundo.


¹Carmelita descalza del monasterio de Barrington, Rhode Island, USA, fallecida a comienzos de 2012. Pensadora y escritora, cuenta en su haber con un extenso número de publicaciones sobre temas de espiritualidad, fundamentalmente del ámbito carmelitano.

²El título del capítulo de Vilma Seelaus es «Bluebeard’s Palace and The Interior Castle: Contemplation as Life» en Carmel and Contemplation: Transforming Human Consciousness. Ed.Kevin Culligan, OCD y Regis Jordan, OCD. Carmelite Studies VIII. Washington DC: ICS Publications, Institute of Carmelite Studies, 2000.

³ Se puede leer el cuento completo en este enlace.


2 respuestas a “El castillo interior y el castillo de Barba Azul

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