‘Teresa. La mujer’, una novela de Helena Cosano

Acaba de salir publicada una nueva novela sobre Teresa de Jesús en la editorial La esfera de los libros. Su título: Teresa. La mujer, de Helena Cosano. Como el título deja traslucir, la obra se centra no en la santa o la fundadora, sino en la mujer «de carne y hueso, con sus virtudes pero también sus flaquezas, sus dudas y sus errores». La autora deja hablar a una Teresa, ya libre de cualquier condicionante, cuando se encuentra a las puertas de la muerte.

Helena Cosano participará en el Club Faro de Vigo, con una conferencia que versará sobre esta misma temática. Será el 27 de enero, a las 8 de la tarde en el Auditorio Municipal do Areal (C/ Areal, esquina C/ Oporto, Vigo) y la entrada será gratuita.

Sobre la autora

HelenaHelena Cosano nació en Nueva Delhi (India) y pasó allí los primeros años de su vida. Su infancia transcurrió entre Moscú y París, donde se escolarizó en primaria y empezó a escribir cuentos a una temprana edad. Fue laureada por el Gobierno francés con el primer premio de literatura española en el Concours Général des Lycées (1994). Cursó estudios universitarios de Filosofía, Psicología, Derecho y Filología Rusa en París, Viena, Madrid y Moscú, así como en la Escuela Nacional de Administración (ENA, Estrasburgo). A los diecinueve años descubrió el yoga y meditación, que le abrirían las puertas de la sabiduría oriental, marcando profundamente su forma de ver el mundo y de interpretar la existencia. A finales del año 2004 aprobó los exámenes de ingreso a la Carrera Diplomática y unos meses más tarde publicó su primera novela, «Tres reencuentros y nueve días de amor teórico», con la editorial Dossoles, seguido por un libro de cuentos. Durante unos años compaginó su actividad como escritora con la de diplomática, figurando entre sus destinos la segunda jefatura de la Embajada de España en Kazajstán y, en una etapa posterior, ejerció durante 3 años como Consejera ante la Conferencia de Desarme en la Misión de España ante la ONU en Ginebra. 

Sus obras más recientes son Cándida Diplomática (Editorial Algaida, 2011), Almas Brujas (Premio Rubén Darío 2014, editada por Sial-Pigmalión) y El viento de Viena, que ha sido galardonada en febrero 2015 con el Premio Internacional de Literatura «Agua y Viento» de Buitrago del Lozoya.

Desde el 2015 es Vicepresidente Ejecutiva del PEN Club español.

Prólogo de la autora

 

 

Sobre Aquellas Palabras

“DILECTUS MEUS MIHI” 

 

Ya toda me entregué y di,

y de tal suerte he trocado,

que es mi Amado para mí,

y yo soy para mi Amado.

 

Cuando el dulce Cazador

me tiró y dejó rendida,

en los brazos del amor

mi alma quedó caída,

y cobrando nueva vida

de tal manera he trocado,

que es mi Amado para mí,

y yo soy para mi Amado.

 

 Hirióme con una flecha

y mi alma quedó hecha

una con su Criador;

ya yo no quiero otro amor,

pues a mi Dios me he entregado,

y mi Amado es para mí,

y yo soy para mi Amado.

 

 Teresa de Jesús

 

 

Teresa. La mujer” no pretende ser una nueva biografía de la Madre Teresa de Jesús. Sobre ella, que nació hace quinientos años, se han escrito millones de páginas, y la obra de la propia santa es tan clara, precisa y extensa, que parece superfluo reescribirla. Nadie mejor que ella misma para describir sus éxtasis, esas “mercedes” que le concedía el Señor, ni contar la aventura inaudita en su época de una reforma de tal envergadura llevada a cabo por una mujer.  

 

Pero la sombra de la monja mística y de la escritora y fundadora de conventos a menudo nos esconde a la persona de carne y hueso, con sus obvias virtudes pero también sus flaquezas, sus dudas, sus errores. Sobre Teresa de Jesús se ha escrito tanto que todos creen conocerla, pero pocas mujeres han tan sido víctimas de la historia como ella. Su figura se ha convertido en un personaje manipulado por el poder para servir distintas ideologías, interpretado, reinterpretado, malentendido, a veces incluso falsificado. 

 

¿Cómo era realmente Teresa de Cepeda y Ahumada? ¿Cómo pensaba, cómo sentía? Esta novela pretende responder a esa pregunta.

 

Según sus muchos biógrafos, se deduce que nunca fue como las demás, que ya en su infancia destacaba, que era distinta, especial, viva, inteligente, alegre, carismática, que nunca pasó desapercibida ni dejó indiferente a nadie y que, sin ser excesivamente hermosa, atraía enormemente. 

 

Decidió servir a Dios. En gran parte, porque era mujer y buscaba libertad. Tal vez, en otra época, hubiera decidido curar leprosos en Calcuta, investigar la radioactividad, escribir una gran novela o dirigir una ONG o una poderosa multinacional: porque Teresa parecía capaz de todo y fue maestra de muchos oficios, y con una voluntad y una determinación como la suya, nada es imposible si se acepta pagar el precio. Teresa aceptó, y pagó caro. Eligió lo más difícil: servir a Dios, un Dios esquivo, cuyas mercedes imprevisibles y en apariencia caprichosas había que merecer, y aunque esto implicara penitencias sin fin o enfrentarse a todas las fuerzas de la tierra y del infierno. Teresa se entregó a Él como muy pocos lo habían conseguido hasta entonces, y se vio recompensada. 

 

A los cuarenta años, la vida de Teresa da un vuelco. Es entonces cuando se produce su “conversión”. Adquiere la certeza de que tiene una misión, un encargo divino que justifica su existencia aquí, que sin ella no tendría sentido ni valor. Y entonces, su vida se acelera, no sólo los progresos espirituales, sino también su obra en el mundo material.  Numerosos viajes, encuentros decisivos como los mantenidos con San Juan de la Cruz o el Padre Gracián, personas que se cruzan en su vida para ayudarla en su misión, como si la Providencia de Dios le echara una mano, y obstáculos y tentaciones probablemente urdidos por el demonio. Una mujer tan poco convencional no podía dejar indiferente: provocaba admiración e incluso veneración, su fuerza convencía, arrastraba, muchos ya en vida la consideraban santa. Pero también despertaba escepticismo, estupor, irritación, envidia, abierta hostilidad, incluso odio. 

 

Fue una mujer sorprendentemente moderna, incluso las feministas más radicales la habrían aplaudido. Como toda mujer del siglo XVI, a pesar de ser lo que el siglo XIX definiría como “un genio”, ella es consciente de su “inferioridad” con respecto al varón, y se esfuerza por cultivar la humildad y la obediencia. Pero es una mujer poderosa que anhela libertad, con capacidad de mando, de disciplinarse a sí misma y a los demás. Encarna los valores de voluntad, fuerza, inteligencia, determinación, iniciativa, actividad, independencia, creatividad, que, tradicionalmente, se han asociado a la virilidad. Es, en cierta forma, una mujer moderna de hoy en día inmersa en una época en que sólo los hombres podían aspirar al poder y que, sin embargo, consigue poder. Una forma nueva de poder. 

 

Pero Teresa de Jesús nunca fue plenamente libre. Despreciaba los usos y las convenciones del mundo, la complicación y la suprema hipocresía de los tratamientos de su época, las rígidas jerarquías sociales, la inmoralidad de tantos valores. Pero sus numerosas cartas nos demuestran sin embargo que, a pesar de despreciarlos, los observaba a la perfección. No era libre. Nunca lo fue del todo, aunque gozase de una inmensa libertad interior y aunque hacia fuera lograra ser activa e imponer sus ideales. Si hubiera sido libre, libre de verdad, entonces tal vez hubiera escrito de otra manera. 

 

Esta novela la imagina libre del todo. Libre, sin temor al qué dirán, a sus directores espirituales, a la Inquisición, libre como un alma desencarnada, como sólo se puede ser cuando ya no se espera nada de nadie y quedan muy pocas horas de vida. ¿Qué nos diría una madre Teresa anciana y enferma, si aún tuviera todas sus facultades y suficiente fuerza para sostener una pluma y escribir, si supiera que ya no tiene nada que temer, ni a los poderosos, ni a sus hermanas e hijas, ni a sus amigos y aliados, ni a sus más terribles enemigos? ¿Qué escribiría si supiera que su alma está a punto de reunirse con su Señor, qué testamento nos legaría? 

 

Quiero imaginar que nos contaría aquello que no escribió en sus obras por mandato de sus directores espirituales, aquello que siempre calló, aquello que sólo pudo confesar a Dios. Contaría lo secreto y lo prohibido. Nos daría consejos, nos hablaría del Bien y del Mal, de lo humano pero sobre todo lo divino, de aquello que le preocupó durante su vida. Nos hablaría de ángeles y demonios, del sufrimiento del cuerpo o de cómo hallar la felicidad, del milagro de la fe y del amor. Nos hablaría, sobre todo, de su Dios. 

 

 


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