Doña Luisa de la Cerda, «mi señora y amiga» (I)

Luisa de la Cerda-cuadro
Doña Luisa de la Cerda

Siete son las cartas de Teresa dirigidas a doña Luisa de la Cerda que se conservan. Pero, además, estamos ante una mujer mencionada por la santa en numerosas ocasiones a lo largo de su obra. En efecto, se produjo entre ambas una relación de amistad desde el primer encuentro, propiciado por el provincial de los carmelitas, Ángel de Salazar, a comienzos de 1562. Teresa, obedeciendo el mandato de su superior, pasó casi siete meses (de enero a julio) en el palacio de la dama en Toledo.

Historia familiar de doña Luisa

Doña Luisa, tras enviudar, había caído en un estado de tristeza y melancolía que le hizo solicitar la presencia de la ya popular Teresa de Ahumada, monja de la Encarnación de Ávila.

Así lo relata María de san José, que, desde niña, se había criado en el palacio toledano:

Antes que fundase el primer monasterio de descalzas, siendo monja en la Encarnación, donde tenía grande opinión de santa, y teniendo noticia de ella una señora, hija de un grande de este reino, la pidió para su consuelo por estar recién viuda y tan afligida, que todos le procuraban traer las personas santas que había; porque, como cristianísima, con solo esto se consolaba, y así le trajeron al Padre F. Pedro de Alcántara, de quien hace nuestra santa Madre memoria en sus libros, y así vino la santa por obediencia de sus prelados (María de san José, II Recreación¹).

Hija del II duque de Medinaceli, Juan de la Cerda y de su segunda mujer, María de Silva y Toledo, pertenecía a una de las familias de España de más rancio abolengo y más elevada renta. Pero la de doña Luisa es una historia marcada por la desdicha familiar, ya desde antes de su matrimonio con uno de los nobles más ricos de Castilla, Antonio Ares Pardo de Saavedra.

Sabemos que siendo aún muy joven, aprovechándose del desamparo de su orfandad, la dejó embarazada Diego Hurtado de Mendoza, príncipe de Mélito. Este, con merecida fama de mujeriego, estaba ya casado con Catalina de Silva, prima hermana de doña Luisa, y era padre de una hija, doña Ana de Mendoza, nacida en 1540, la futura princesa de Éboli². Tuvo así doña Luisa una hija, Isabel de Mendoza, que sería apartada de ella y criada por la familia del príncipe. Cuando, en 1629, un nieto de doña Isabel, Diego de Bernuy, solicitara le fuera concedido el hábito de la Orden de Santiago, se hizo la necesaria averiguación sobre su ascendencia, y primó, naturalmente, la pureza de sangre sobre la ilegitimidad, por lo que le fue concedido. Esta información la recoge el P. Céspedes en su informe para la ocasión:

Antonio Ares Pardo
Antonio Ares Pardo

«La madre de doña Isabel había sido doña Luisa de la Cerda, hija de don Juan de la Cerda y doña María de Silva, duques de Medinaceli, porque aviendo muerto el duque y siendo de poca edad doña Luisa, el príncipe de Mélito las asistió mucho y tuvo gran correspondencia en la casa […]. Y, en este tiempo, uvo doncella a doña Luisa […] la cual parió en Madrid a doña Isabel de Mendoza»³.

Tras este oscuro episodio, ocurrido en torno a 1544, fecha del fallecimiento de sus padres, doña Luisa contraerá matrimonio, en 1547, con el entonces viudo Antonio Ares Pardo, Mariscal de Castilla y sobrino del cardenal Tavera⁴.

En los escasos catorce años de matrimonio nacerían siete hijos, de los cuales, como era habitual en la época, tres fallecieron en la infancia: Fernando, Diego y Guiomar. Cuatro vivirían en el palacio toledano a la llegada de Teresa: María, Juan, Catalina y Guiomar (otra hija del mismo nombre que la anterior, fallecida). La muerte seguiría visitando a la familia. En 1566, con quince años, moriría doña María Pardo de la Cerda, casada previa dispensa papal, cuando aún no había cumplido los 12 años. En 1571, fallece don Juan Pardo, con 21 años. En 1578, doña Catalina Pardo, soltera, la “más pequeña”. Guiomar Pardo, la única que sobrevivió a su madre, se casaría primero con Juan de Zúñiga Requesens, en 1574, y a su muerte, en 1578, con Juan Enriquez de Guzmán. También este fallecerá sin sucesión y Guiomar se casaría, por tercera vez, con Duarte de Portugal, marqués de Frechilla, en 1606. Este matrimonio tampoco tendría descendencia, con lo que la máxima aspiración de toda familia noble, la de perpetuarse, quedaría frustrada. El marquesado de Malagón quedaría vacante al extinguirse la línea Ares Pardo-Talavera.

Teresa en el ambiente palaciego

A este hogar palaciego, llegaría, a comienzos del año 1562, Teresa de Ahumada. El edificio conocido actualmente como “Casa de Mesa” y famoso por albergar un salón mudéjar del siglo XIV, era propiedad de Antonio Ares Pardo desde 1558. Allí se iniciaría entre las dos mujeres una relación de amistad, que duraría hasta la muerte de la santa. A esta señora, «buena y muy temerosa de Dios», Teresa dedica grandes elogios: «Con ser de las principales del reino, creo hay pocas tan humildes, y de mucha llaneza» (V 34, 5). A pesar de todo, grandes diferencias las separaban:

«Cuando estaba con aquella señora que he dicho, me acaeció una vez, estando yo mala del corazón […], como era de mucha caridad, hízome sacar joyas de oro y piedras, que las tenía de gran valor, en especial una de diamantes que apreciaban en mucho. Ella pensó que me alegraran; yo estaba riéndome entre mí y habiendo lástima de ver lo que estiman los hombres” (V 38,4).

Si Teresa había tenido alguna vez aspiraciones de grandeza, parece que, al contacto con este mundo, falso y esclavizante, las perdió por completo:

«Saqué una ganancia muy grande, y decíaselo. Vi que era mujer y tan sujeta a pasiones y flaquezas como yo, y en lo poco que se ha de tener el señorío, y cómo, mientras es mayor, tienen más cuidados y trabajos, y un cuidado de tener la compostura conforme a su estado, que no las deja vivir; comer sin tiempo ni concierto, porque ha de andar todo conforme al estado y no a las complexiones. Han de comer muchas veces los manjares más conformes a su estado que no a su gusto. Es así, que de todo aborrecí el desear ser señora» (V 34, 5).

Leer la segunda parte de este artículo en este enlace.


¹MARIA DE SAN JOSE (SALAZAR), Escritos espirituales, ed. de Simeón de la Sagrada Familia, Roma, Postulación General ocd, 1979, p. 61.

²Se puede consultar el cuadro genealógico donde aparece representada la relación entre doña Luisa y la princesa de Éboli en este enlace. Un interesante trabajo sobre doña Luisa de la Cerda es  el de MANERO SOROLLA, María Pilar, «María de San José y Luisa de la Cerda: género, poder y espiritualidad en el inicio de la reforma teresiana».

³FÓRMICA, Mercedes, María de Mendoza (Solución a un enigma amoroso), Madrid, Editorial. Ca­ro Raggio, 1979, pp. 49-50. Isabel se casaría con Diego de Bernuy y Barba, II señor de Benamejí.

⁴ De la valía del cardenal Tavera, que llegó a ser gran inquisidor, dan fe las palabras de Carlos V, que llegó a decir que sentía más la muerte de Tavera que la de la propia reina, pues mujeres había muchas y Tavera solo uno.


4 respuestas a “Doña Luisa de la Cerda, «mi señora y amiga» (I)

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